FOCO ANGELA SCHANELEC

La Casa Encendida, del 25 al 29 de noviembre

Con motivo de la entrega del Premio Especial Márgenes a Angela Schanelec, se presenta un foco dedicado a las primeras obras de la cineasta alemana (sin estreno en España), donde la autora define un lenguaje propio basado en la elipsis, el silencio y la observación del tiempo. Un recorrido fascinante por los inicios de una creadora singular que convierte lo cotidiano en misterio y pensamiento, invitando a mirar el cine como un espacio de contemplación. 


La elipsis y su conquista silenciosa.
Apuntes generales sobre lo que no cuenta el cine de Angela Schanelec

Por Pela del Álamo

El cine de Angela Schanelec respira en los huecos, se construye sobre el vacío, cobra sentido en el intersticio, en lo que no se dice, en todo lo que se nos escapa entre planos. Su mirada se instala en el silencio y desde ahí erige una forma de narrar que se sostiene en la ausencia. Frente al impulso explicativo del cine contemporáneo, su obra parece empeñada en callar, en confiar en que el espectador sabrá leer el rumor silencioso de todo lo que pasa entre las imágenes. La elipsis no es en ella un artificio formal: es una ética, un modo de estar en el mundo.

Integrante de la llamada Escuela de Berlín, Schanelec comparte con sus contemporáneos una búsqueda de distanciamiento, una voluntad de observar la vida sin domesticarla con la trama. Pero su singularidad radica en llevar ese gesto hasta el límite, convirtiendo el vacío en materia expresiva. Sus películas, lejos de proponer discursos o construir relatos cerrados, se abren como espacios de contemplación donde la experiencia humana se fragmenta en silencio.

Desde su primer largometraje, Das Glück meiner Schwester (1995), Schanelec enuncia su poética: los vínculos afectivos y familiares aparecen despojados de toda psicología. La cámara observa, deja ocurrir, interrumpe. Los hechos —cuando los hay— se diluyen en el corte, y lo esencial sucede fuera de campo. Ya aquí la elipsis actúa como respiración: una forma de mirar que renuncia a la explicación y acepta la opacidad de los gestos. Lo que otros convertirían en conflicto, ella lo convierte en intervalo.

En Plätze in Städten (1998), siguiente película del foco que le dedicamos, la elipsis se afina: la vida de una joven en tránsito se cuenta a través de fragmentos dispersos, como si el relato se compusiera de lo que queda entre desplazamientos. Cada plano es una isla, un momento en suspensión donde el tiempo parece detenerse. Schanelec construye así un cine de la deriva, donde la continuidad no proviene del argumento, sino de una sensibilidad que observa el paso del tiempo; todo lo que no ocurre en la historia. 

El tiempo es, precisamente, el territorio donde la elipsis se vuelve estructura. En su cine, el montaje no encadena, sino que separa; no explica, sino que deja resonar. La elipsis es el corte que deja espacio al espectador para habitar la imagen, para prolongarla con su imaginación. En ese espacio suspendido entre un plano y otro reside la emoción más pura de su obra: la certeza de que la vida transcurre en los márgenes de lo visible.

Con Marseille (2004), esa búsqueda alcanza una madurez precisa. La narración se descompone en una secuencia de presencias interrumpidas, donde el viaje exterior refleja un desplazamiento interior. La ciudad y el rostro se convierten en superficies donde el tiempo se pliega. Cada corte es una pérdida y una revelación. El silencio ya no es un vacío, sino un modo de pensar: una estrategia para filmar lo invisible, para hacer perceptible lo que no puede mostrarse directamente. Schanelec construye así una elipsis emocional, un tejido de huecos donde el sentido emerge por acumulación.

A partir de Der traumhafte Weg (2016), la elipsis se radicaliza hasta convertirse en principio estructural. El tiempo ya no se ordena, sino que se fragmenta; los personajes no evolucionan, se superponen. El montaje actúa como un sistema de memoria, donde las imágenes se suceden sin causalidad aparente, unidas por una lógica secreta. La elipsis deja de ser simple omisión para transformarse en materia de pensamiento. En lugar de representar el mundo, Schanelec intenta capturar su discontinuidad.

A lo largo de su filmografía, la elipsis evoluciona de gesto estilístico a sustancia ontológica. En sus primeras obras sirve para esquivar la linealidad del relato; más adelante se convierte en la condición misma de la experiencia. Schanelec no filma historias, sino la imposibilidad de narrarlas. Sus películas son intentos de retener algo que siempre se escapa: una mirada, una emoción, un instante de conciencia.

- Con la colaboración del Goethe-Institut Madrid

Marseille

95' Angela Schanelec - Alemania

My Sister’s Good Fortune

85' Angela Schanelec - Alemania

Places in Cities

117' Angela Schanelec - Alemania

The Dreamed Path

86' Angela Schanelec - Alemania

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